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El Mal Camino de Ruby
El Mal Camino de Ruby
El Mal Camino de Ruby
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El Mal Camino de Ruby

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About this ebook

Si le preguntas a Ruby, ella te diría que está feliz con su vida. Ella es fuerte e independiente y no necesita a nadie más. El camino que la ha llevado hasta aquí no ha sido fácil y ha bloqueado muchas cosas de su mente.

Pero las cosas no son color de rosa como todos creen y el camino que le espera está lleno no solo de pandillas, drogas y depresión, sino que también de otros desafíos que Ruby ni se había imaginado.

— Sabes que es un buen libro cuando te tienes que recordar constantemente que los personajes no son personas reales. De verdad me importó Ruby y me dio muy malos momentos. Esperé desesperadamente que su historia tuviera un final feliz.

— «Ruby» saca a luz la complicada y brutal relación entre la enfermeda mental, pobreza y abuso... un libro que no podía dejar de leer.

— «Ruby» me hizo pasar por un muy mal momento y tuve que dejar de leer el libro un par de veces porque necesitaba volver a la realidad... ¡No había ocasión que dejara de leer porque quería saber como iba terminar la historia!... ¡No puedo esperar por la segunda parte!

LanguageEnglish
PublisherP.D. Workman
Release dateJul 15, 2022
ISBN9781774682906
El Mal Camino de Ruby
Author

P.D. Workman

P.D. Workman is a USA Today Bestselling author, winner of several awards from Library Services for Youth in Custody and the InD’tale Magazine’s Crowned Heart award. With over 100 published books, Workman is one of Canada’s most prolific authors. Her mystery/suspense/thriller and young adult books, include stand alones and these series: Auntie Clem's Bakery cozy mysteries, Reg Rawlins Psychic Investigator paranormal mysteries, Zachary Goldman Mysteries (PI), Kenzie Kirsch Medical Thrillers, Parks Pat Mysteries (police procedural), and YA series: Medical Kidnap Files, Tamara's Teardrops, Between the Cracks, and Breaking the Pattern.Workman has been praised for her realistic details, deep characterization, and sensitive handling of the serious social issues that appear in all of her stories, from light cozy mysteries through to darker, grittier young adult and mystery/suspense books.

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    El Mal Camino de Ruby - P.D. Workman

    El Mal Camino de Ruby

    EL MAL CAMINO DE RUBY

    P.D. WORKMAN

    Copyright © 2014 by P.D. Workman

    All rights reserved.

    No part of this book may be reproduced in any form or by any electronic or mechanical means, including information storage and retrieval systems, without written permission from the author, except for the use of brief quotations in a book review.

    ISBN: 9781774682883 (KDP Paperback)

    ISBN: 9781774682890 (Kindle)

    ISBN: 9781774682906 (ePub)

    ISBN: 9781774682913 (Lulu Paperback)


    pd workman

    ÍNDICE

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Otras Obras de P.D. Workman

    Acerca del Autor

    CAPÍTULO

    UNO

    RUBY SE ENCONTRABA EN lose brazos de Chuck, escuchando su profunda e irregular respiración. Se preguntó por un instante qué hacía él en las noches que no se veían. En algunas ocasiones pasaba una semana entre sus visitas, otras veces lo veía casi todos los días pero regularmente pasaba mucho tiempo entre medio.

    Ruby se corrió para mover su brazo que se había dormido. Chuck cambió de posición y los vellos de su brazo le hicieron cosquillas en su mejilla. Ruby lo acarició con un dedo y soltó un suspiro. Se sentía a salvo. Las noches en las que terminaba sola, cuando no podía encontrar a nadie que la acompañara, eran las más difíciles. Con frío, sola, asustada… El corazón de Ruby empezó a latir fuerte con solo pensarlo. Ruby se giró inquietamente para mirar a Chuck. El se movió medio dormido y sus ojos se abrieron un poco.

    —¿Estás despierta?—murmuró él.

    —Mmm, sí.

    —Duérmete. Deben ser las dos de la mañana.

    —Son las tres y media —le dijo Ruby.

    —Mmm. Ven aquí.

    Él la acercó a su pecho y Ruby acurrucó su cabeza bajo su mentón y cerró sus ojos. Él acarició su espalda por un par de minutos antes de quedarse dormido otra vez. Después de un rato, Ruby se quedó dormida finalmente.

    Ruby despertó en la mañana con la cama vacía. El lado de Chuck estaba frío y vacío. Ruby estiró sus músculos adormecidos, bajó de la cama y se puso su camiseta y unos shorts. Deambuló por la cocina bostezando.

    —Hola —Chuck saludó—. Estás despierta.

    Él ya se encontraba listo para irse a la oficina. Duchado, vestido, su pelo ondeado se encontraba perfectamente peinado. Sus ojos azules radiantes y en alerta. Él le sonrió y bebió un poco de su tazón de café.

    —Sí. —Ruby contuvo otro bostezo—. ¿Qué hora es?

    —Son casi las nueve. Ya estoy por irme—. Él miró hacia la puerta.

    — Mmm, ¿a trabajar?

    —Sí, preciosa. Algunas personas tenemos trabajo —se burló.

    —Yo también tendría uno si alguien me contratara.

    —Bueno, entonces anda al colegio —sugirió Chuck.

    Ruby se rió y arrugó su nariz.

    —No. ¿Qué voy a hacer yo en el colegio?

    —Lo que sea que los otros niños hacen.

    Ruby sacudió su cabeza.

    —Deberías preocuparte de ti misma —dijo Chuck, sonriendo al mismo tiempo que la observaba—. Y no olvides tu chaqueta.

    —Sí, sí.

    Ruby puso sus ojos en blanco. Miró a su alrededor y cogió su chaqueta de la parte trasera del sofá.

    —En serio —La voz de Chuck tomó un tono más severo—. La última vez dejaste un par de aros en el lavamanos. Ten más cuidado.

    —Ya me lo dijiste —resopló Ruby—. Lo siento, ¿está bien?

    Chuck estiró los puños de su camisa para que se vieran lo justo y necesario debajo de su chaqueta.

    —Ya, Ruby, vámonos.

    Ruby puso sus brazos al rededor de su cuello y lo acercó para darle un beso de despedida.

    —Nos vemos —dijo con voz baja.

    —Sí. ¿Estarás ahí esta noche? —preguntó Ruby, recogiendo su mochila.

    —Tal vez.

    Chuck rara vez se comprometía. A veces la iba a buscar y otras veces no. Él nunca sabía con anticipación. Ruby se preguntó si él se juntaba con otra persona las noches que no pasaba con ella, y si la controlaba de la misma forma que lo hacía con Ruby, para asegurarse de que no dejara ningún rastro de su presencia. Tenía sus razones, pero Ruby siempre se preguntaba si él hacía algo más que cuidar su reputación. ¿Por qué era tan importante que no hubieran rastros de que él tuviera una novia en su departamento?

    Se separaron en el vestíbulo, Chuck se fue por un lado y Ruby por el otro. Ruby paseó hasta la cafetería que se encontraba en el vecindario y bebió a sorbos una taza de café. El chico detrás del mostrador siempre le prestaba mucha atención y Ruby siempre se preguntaba qué tipo de chico era él. Él tenía edad como para ir al colegio o la universidad, no estaba segura. Nunca lo veía en el colegio, pero ella casi nunca iba para allá. A lo mejor él si iba pero ella no lo había visto.

    —Estás un poco atrasada hoy —comentó el chico.

    —Sí —asintió Ruby. No estaba segura qué tenía ella que le interesaba tanto a él. Nunca se maquillaba antes de llegar a la cafetería. Algunas veces, como hoy, ni siquiera se peinaba. Sólo era un punto intermedio para ella, entre el departamento de Chuck y cualquier lugar al que decidiera ir después.

    —¿Haces algo especial hoy? —preguntó el chico, con una sonrisa curiosa.

    Ruby se encogió de hombros.

    —No.

    Él probablemente estaba interesado porque la mayoría de las chicas de la edad de Ruby estarían muy halagadas de que un chico de su edad les prestara atención y estarían adulándolo, pero a Ruby no le interesaba eso. En realidad él era más joven que los chicos con lo que solía salir. Hubo un par de chicos menores de veinte que en verdad le gustaron. Podría ser un buen partido, más que los chicos de la edad de Ruby, pero no era interesante.

    –¿Qué clases estás tomando en el colegio? —preguntó.

    —Normalmente no voy.

    —Oh, ¿y a dónde vas?

    Ruby se encogió de hombros.

    —Por ahí.

    Bajó su taza y el se movió para rellenarla. Ruby negó con la cabeza y movió su mano.

    —No, gracias.

    Ruby se levantó y fue al baño de mujeres. Abrió su mochila y buscó su labial y otros maquillajes. Se cepilló los dientes antes de ponerse labial y se peinó. Su cabello rubio era liso y fino, y nunca se molestaba en ondularlo y arreglarlo. Lo recogió hacia atrás en una cola de caballo y se puso un elástico para dejarlo en su lugar. Empacó su mochila de nuevo y se fue.

    Ruby paseó por varias salas de videojuegos y lugares en los que usualmente encontraba compañía, pero las cosas estaban extrañamente tranquilas. Finalmente se rindió, y con un suspiro, decidió probar en el colegio. Llegó en medio de la mañana y se unió a un par de chicas que conocía.

    Kate era plana, sin figura, una chica que quería ser popular a toda costa, pero ni con todo el maquillaje o ropa a la moda lo lograría. No tenía la personalidad para ser parte de la gente popular. No tenía el dinero, la actitud, ni la superficialidad.

    Marty era totalmente diferente. Su nombre era Martha en realidad, pero prefería la forma menos femenina. A Ruby le gustaba más que Kate, porque Marty actuaba como un chico, como con los que a Ruby le gustaba pasar el tiempo. Obviamente, a Marty nunca la confundirían por un chico. A diferencia de Kate, su desarrollo llegó temprano, su figura ya estaba bien desarrollada y su cabello era negro, ondulado y salvaje. Marty tenía una actitud relajada, del tipo que atrae a la gente, pero no le interesaba tener muchos amigos o la atención de los demás.

    Ruby se sentía a gusto con las dos. Eran amigas poco exigentes, y de vez en cuando podía pasar el día con ellas y no tener que responder mil preguntas sobre dónde había estado y qué estaba haciendo.

    —Hola, Marty —saludó Ruby, y asintió con la cabeza a Kate.

    —Hola, Ruby. Llegas justo a tiempo para la clase de matemáticas.

    Ruby arrugó su nariz.

    —Oh, qué entretenido. ¿En qué estamos?

    —Algebra.

    Ruby negó con la cabeza. Llegaron a la clase un par de minutos después del segundo timbre, Ruby y Marty hablaban y veían como Kate trataba de coquetear con Robin, el chico que se sentaba al frente de ella y de quien estaba medio enamorada hace un par de meses.

    —Él ni siquiera le va a prestar atención —comentó Ruby, mientras observaba como Robin le respondía a Kate casualmente, inconsciente de su lenguaje corporal.

    —Ni siquiera sé qué ve ella en él —comentó Marty—. O en cualquier chico.

    —En cualquier chico de secundaria —afirmó Ruby.

    Mientras los observaban, Robin se dio cuenta de que Marty lo estaba mirando y su actitud cambió al instante.

    —¡Eh, Marty! ¿Y tú qué piensas de la tarea?

    Marty se encogió de hombros y puso los ojos en blanco a Ruby. Al parecer Robin no sabía como llevarse con Ruby y no le dijo nada.

    —¿Te dio A-8? —preguntó Kate a Marty.

    —Sí.

    —¿Puedo verlo?

    Marty sacó su cuaderno y lo pasó. Kate lo miró por un momento y escribió la respuesta en su propio cuaderno. Cuando el profesor entró y observó la clase, parecía sorprendido de ver a Ruby sentada allí.

    —¿Sigues en esta clase? —preguntó.

    —Sí.

    —¿Dónde has estado en las últimas semanas?

    —Enferma—. Ruby se encogió de hombros.

    —¿Tienes una nota de tu doctor? —exigió.

    —No.

    —¿Y de tu madre?

    —No vivo con mi madre —señaló Ruby.

    —¿Dónde vives?

    —Con una familia de acogida.

    —¿Tienes una nota de tus padres de acogida?

    —No, puede llamar a mi asistente social si quiere —sugirió ella.

    Él dudo por un momento y después le quitó importancia. Era mucha molestia.

    —Tienes mucho con lo que ponerte al día. ¿Puedes obtener los apuntes de uno de tus amigos?

    —Ajá.

    —Bueno—. El profesor se movió al frente de la clase. —Kate, haz tu propia tarea. Si no la tienes ahora, no te hará ningún bien. ¿Alguien tiene preguntas sobre la tarea de anoche?

    Ruby estiró sus piernas y miró alrededor de la sala, desconectándose de lo que decía el profesor.

    A la hora del almuerzo, Ruby y las otras chicas fueron a juntarse con los chicos del último año. Kate nunca habría logrado llamar la atención de los chicos por si sola, y a Marty no le interesaba hacerlo, pero Ruby tenía algo que atraía a los chicos mayores.

    —Es porque tu luces mayor —le dijo Kate—. De esa forma, ellos no piensan que están saliendo con solo una niña —suspiró—. No me veo ni un día más madura de lo que soy. Si al menos tuviera la mitad del cuerpo de Marty…

    —Es todo tuyo si quieres —se quejó Marty—. Estoy segura que no lo quiero. Pero eso no es lo que hace que los chicos se sientan atraídos hacía Ruby, ella es tan planta como tú.

    —Es solo que te ves… más madura —dijo Kate a Ruby.

    Ruby se encogió de hombros.

    —Ahí está Brian. Veamos qué está haciendo.

    Brian se veía contento de verlas. Era alto, delgado y con cabello medio largo, tenía una cara bonita y casi siempre estaba sonriendo, muy relajado.

    —Hola, chicas —saludó con entusiasmo—. ¿Están buscando un poco de acción?

    Él puso sus brazos alrededor de los hombros de Ruby y la abrazó por un instante.

    —¿Tienes algún plan? —preguntó Ruby.

    —Nop. ¿Quieres ir a mi casa y pedir una pizza?

    —Claro.

    Un par de amigos de Brian, Kate y Marty también estuvieron de acuerdo, así que todos se dirigieron a su casa. Brian sacó unas latas de cerveza cuando llegaron y todos pasaron el rato bebiendo y viendo programas de televisión para niños mientras esperaban la pizza.

    Eran casi las una cuando el repartidor de pizza llegó, pero a nadie le importó que fuera tan tarde. Perderse la primera clase después del almuerzo no era la gran cosa. Una hora después, la mayoría ya había terminado de comer y se preparaban para regresar al colegio. Ruby no se movió de su lugar en el sofá al lado de Brian.

    —¿Vas a regresar? —le preguntó a Brian.

    —No si te vas a quedar —le dijo, le dio un apretón y la besó en la frente.

    —Bueno, las veo por ahí —le dijo Ruby a Kate y Marty.

    —Ya, nos vemos —asintió Marty.

    Los otros se devolvieron al colegio. Tanner, uno de los amigos de Brian, se quedó otra hora más para ver televisión con ellos. Luego se aburrió y sugirió que fueran a otro lugar.

    —¿A los videojuegos? —sugirió Brian.

    —Por un rato —asintió Ruby. Sabía como iba a terminar eso. Jugarían por un momento, pero Brian no podría jugar bien por haber bebido por tres horas y se frustraría.

    Ruby jugó sola un par de juegos, pero éstos o el alcohol le estaban dando dolor de cabeza. Observó a Brian jugar por un rato, pero él no estaba ni cerca de alcanzar sus puntajes máximos y ella notó como aumentaba su frustración.

    —¿Por qué no vamos a jugar pool mejor? —sugirió Ruby.

    Brian soltó su mano de golpe en el panel de control y dejó que el juego terminara. Se volteó para mirarla.

    —Sí, vámonos. Hoy no sirvo para esto.

    Tanner había desaparecido en algún momento. La sala de pool estaba más relajante. Ruby y Brian jugaron sin prisa, sin importarles quién jugaba mejor o quién ganaba. Brian logró engatusar al administrador de que les diera cerveza, y fumaron y bebieron y jugaron hasta el atardecer.

    —Sabes, tus amigas son un poco extrañas —comentó Brian.

    Ruby sonrío.

    —Sí, lo sé. Son unas inadaptadas, como yo.

    —Esa tal Marty, me da escalofríos. Tengo el presentimiento de que tiene una muñeca de vudú con mi nombre en algún lugar.

    Ruby se lo imaginó y rió.

    —No se lo menciones, va a creer que es una buena idea —dijo con una risita.

    —Me odia, ¿cierto?

    —No eres tú, no le gusta ningún chico. Creo que le dio un cortocircuito en algún lugar.

    Brian se veía pensativo.

    —No, es más que eso. Ella no mira a los otros chicos de la misma forma en que me mira. Creo que es porque tú me gustas, en realidad está celosa.

    —¿Celosa? —repitió Ruby sorprendida—. No, si estuviera celosa, ¿por qué se habría devuelto al colegio? Hubiera dicho algo como «Vamos a otro lugar» y hubiéramos ido a otro lugar sin ti. Se habría saltado una tarde de colegio para hacer algo con todos nosotros.

    —Nunca te tiene para ella sola, ¿cierto? ¿Solo las dos juntas?

    —Bueno, no mucho… —admitió Ruby—. Estás loco, ¿sabías? Marty no es así, solo que no le gustan los chicos.

    —Tal vez… pero no sé.

    Dejaron el tema a un lado.

    —Me debería ir a casa —comentó Brian, y miró su reloj.

    —No es tan tarde —se quejó Ruby.

    La besó lentamente para suavizar la partida.

    —Lo sé, pero tengo cosas que hacer esta noche —se disculpó.

    —¿Te tienes que ir a casa, justo ahora?

    —Lo siento.

    Ruby se encogió de hombros.

    —Está bien.

    —¿Quieres que te deje en algún lugar? —sugirió Brian.

    —No, me quedaré por un rato.

    Brian le dio una mirada al lugar.

    —Me pone nervioso que te quedes sola en lugares así —dijo.

    Ruby observó a la gente.

    —Solo son niños, Bri. No es que sea una reunión de una pandilla o algo así.

    —Supongo que tienes razón —asintió de mala gana—. Cuídate de todas maneras.

    —Claro. Te veo por ahí.

    —Bueno, cariño.

    Le dio un beso rápido y se fue. Ruby se quedó ahí por un rato antes de irse al bar donde se encontraría con Chuck, si es que la pasaba a buscar. Los guardias la conocían pero nunca la dejaban entrar porque era demasiado joven. Si ella fuera un poco mayor, ellos habrían hecho la vista gorda y la hubieran dejado pasar, pero como eran las cosas, ella tenía que esperar afuera. Si hacía frío, ellos la dejaban estar en la puerta por un tiempo para que entrara en calor, sino tenía que esperar a Chuck afuera con las prostitutas.

    —Hola, Ruby —la saludó Betty con entusiasmo.

    —Hola, Betty.

    —¿Cómo te va, chica? —preguntó Grace.

    —Bien. Chuck no ha pasado por aquí, ¿cierto?

    —Nop. ¿Lo estás esperando esta noche?

    —Tal vez. Lo vi anoche, así que tal vez no.

    —¿Alguna vez te paga? —reclamó Grace.

    —No, no es como tu crees —dijo Ruby, y se rió—. Me gusta estar con él.

    —Se está aprovechando de ti.

    —No, no lo hace. Si fuera así, dejaría de venir —señaló Ruby.

    —Es muy joven para notar la diferencia —intervino Betty— Ella cree que lo ama.

    —No… —dijo Ruby frunciendo el ceño—. Es solo que… me gusta estar con él, no me gusta estar sola.

    —Bueno, podrías conseguir una compañía que te pague mejor que eso —se quejó Grace.

    —Oh, déjala en paz. Ella está mucho mejor sin tener que meterse en este negocio.

    Grace encendió un cigarro y se quedaron calladas por un rato. Un auto se estacionó en frente del bar. Betty se acercó para hablar con el conductor.

    —Hola, dulzura.

    El hombre apuntó a Ruby y Betty la observó.

    —Oh, ella no está interesada, dulzura. Pero Grace o yo…

    —No. Ella.

    —No está trabajando.

    —Haré que valga la pena —dijo el hombre a Ruby. Sujetando un fajo de billetes.

    Ruby negó con la cabeza.

    —Ella solo está esperando a su amigo —explicó Betty.

    Él hizo sonar las ruedas cuando arrancó el auto y se fue. Betty se devolvió donde estaban Ruby y Grace.

    Grace negó con la cabeza.

    —Te paras ahí con shorts, camiseta y zapatillas y obtienes más propuestas que nosotras. No sé cómo lo haces.

    —Es joven, a los hombres les gustan así —dijo Betty.

    —Yo empecé a su edad y nunca obtuve misma la atención que ella.

    Betty miró a Ruby y se encogió de hombros.

    —Algunas personas tienen lo que se necesita.

    Ruby buscó el auto de Chuck. Si esta vez no aparecía, tendría que tratar de buscar otro lugar donde pasar la noche. Pero no iba a emprender una nueva profesión para obtenerlo. Pasó una hora y Ruby supo que él no iba a aparecer. Se despidió de las chicas y empezó a alejarse. Avanzó la mitad de una cuadra y un convertible rojo se detuvo al lado de ella.

    —Hola, encanto.

    —No estoy interesada.

    —Detente. ¿Te gustaría ganar un poco de dinero?

    Ruby se detuvo y lo miró. Era un hombre pequeño con cara de hurón en un convertible rojo. Lo había visto antes, pero no podía recordar dónde. Estaba bien vestido pero tenía mala espina.

    —¿Y por qué me pagarías? —exigió.

    —Por trabajar conmigo —dijo sin importancia.

    —¿Haciendo qué?

    —Déjala en paz —dijo Betty, mientras alcanzaba a Ruby—. Ruby no necesita tu ayuda.

    El hombre miró a Betty.

    —No te metas, Betty, no es tu problema.

    —Ruby es mi amiga, créeme que sí es mi problema.

    —Ruby, ¿conoces a mi jefe?

    —No, creo que no.

    —Bueno, es una víbora así que mantente alejada de él. Cuando veas a esta rata, tomas otro camino.

    —Gracias.

    Ruby se volteó y se alejó. Escuchó al proxeneta pelear con Betty mientras se alejaba, pero Ruby no se volteó. Lo último que necesitaba era involucrarse en ese escándalo. Se devolvió a la sala de pool pero no había nadie que ella conociera. Ruby se quedó allí hasta las primeras horas de la mañana antes de admitir que sus opciones eran dormir en la calle o ir a casa. Se fue de la sala de pool y se dirigió a casa. A mitad de camino, un auto policial se detuvo a su lado.

    —Hola —dijo el oficial, a través de la ventana.

    —Hola —saludó Ruby.

    —Un poco tarde para andar paseando, ¿cierto?

    —Voy de camino a mi casa.

    —¿Qué tal si te llevo? —ofreció él.

    —Bueno, está bien.

    —Súbete.

    Ruby se subió al auto patrulla y cerró la puerta. Él se alejó de la cuneta.

    —¿Cómo te llamas?

    —Ruby.

    —¿Dónde vives, Ruby?

    Ella le dio su dirección.

    —Bien. Mi nombre es Brown. ¿Qué hacías tan tarde afuera?

    —Solo pasando el rato—. Ruby se encogió de hombros.

    —Hay mucha gente mal de la cabeza aquí afuera. No deberías andar sola.

    —Lo sé.

    —¿Tus padres saben dónde andas?

    —No.

    —¿Lo haces muy a menudo?

    Ruby se encogió de hombros.

    —No, no mucho.

    Brown no dijo nada más. Unos minutos después, se estacionaron afuera de la casa. Ruby miró al policía para ver si iba a insistir en acompañarla y hablar con sus padres, pero él estaba relajado y no se movió para salir.

    —Gracias por el aventón —dijo Ruby.

    —No hay problema. —Brown sacó una tarjeta de su bolsillo—. Si alguna vez andas por ahí sola o necesitas algo, solo me tienes que llamar. Prefiero ser taxista por unos minutos que después encontrarte muerta por alguna carretera.

    Ruby tomó la tarjeta.

    —Eh, gracias. Genial.

    Se bajó y se fue a su casa. La llave estaba en un llavero en su mochila, se despidió de Brown y entró.

    CAPÍTULO

    DOS

    RUBY DESPERTÓ DESORIENTADA Y confundida. Se giró y casi se cayó al piso. Mientras se estabilizaba, Ruby abrió los ojos y dio un vistazo a su alrededor. Estaba en su casa durmiendo en el sofá. Se sentó lentamente y miró a su alrededor. Seguía oliendo de la misma manera: a comida rancia, humo de cigarrillo, sudor y a zapatos sucios esparcidos cerca de la puerta.

    —Ruby está en casa —gritó Chloe. Ruby se giró y la miró.

    —Hola, Chlo.

    —Hola, Rub. ¿Qué estás haciendo acá?

    Ruby se encogió de hombros. Chloe salió de la cocina y se perdió de vista. Su madre bajó las escaleras.

    —¿Qué dijiste, Chloe? —Vio a Ruby—. Oh, estás aquí. ¿A qué hora llegaste?

    —No lo sé. A los, tres…

    —¿Por qué? ¿Tu familia de acogida te echó?

    —No, solo se me hizo muy tarde. Me dejan afuera después de medianoche.

    —Bueno, no deberías volver aquí. Deberías ir donde tu familia de acogida antes de la medianoche. ¿Tu asistente social sabes que andas afuera hasta tan tarde?

    —A veces.

    —Lo llamaré —advirtió su madre.

    —Está bien —dijo Ruby, y se encogió de hombros.

    —Anda a desayunar con Chloe. Quiero hablar contigo antes de que te vayas, ¿está bien?

    —Sí.

    Ruby se levantó y se fue a la cocina. Chloe estaba desayunando un tazón de cereal. Ruby se sirvió una taza de café.

    —El café es dañino —señaló Chloe.

    —No quiero engordar —replicó Ruby.

    —No estás gorda.

    —Y planeo quedarme así —aseguró Ruby.

    —Igual no deberías hacerlo.

    June y Justin aparecieron en la cocina y Chloe fue a coger unos tazones para ellos. Chloe tenía el cabello rubio oscuro y le llegaba hasta los hombros. Los gemelos tenían el cabello oscuro y las caras redondas.

    —¿Qué edad tienen ahora? —preguntó Ruby.

    —Tenemos seis —respondió June, por si misma.

    —Recuerdo cuando nacieron —le dijo Ruby a Chloe.

    —¿Estabas aquí? —preguntó Chloe.

    —Mmm… sí, sí estaba cuando nacieron.

    —Debiste haberte irte justo después de eso.

    —Sí, mas o menos. ¿Dónde está Ronnie? —Ruby miró a su alrededor buscando a su otra hermana.

    —Con su familia de acogida —informó Chloe.

    —¿Ronnie también? ¿Cuándo pasó eso?

    —Hace unas semanas.

    —¿Por qué?

    —Porque ella quiso. Se estaba metiendo en problemas con nuestra madre y en el colegio, y todo lo demás, así que pensó que sería divertido.

    —¿De verdad? Nunca imaginé que tendría las agallas para hacerlo. Entonces, ¿por qué tu sigues acá?

    —Me llevo bien con Mamá y Papá —dijo Chloe en voz baja. —Soy responsable.

    —Bueno, creo que toda familia tiene a una así. Es tu propio funeral.

    —Es mi vida —la corrigió Chloe.

    La mamá de Ruby entró en la cocina.

    —Tienes una cita con tu asistente social hoy.

    —¿Cuándo?

    —A las diez. Si te vas ahora, aún estás a tiempo de alcanzar el autobús.

    —Bueno, nos vemos.

    —Adiós.

    —Adiós, Chlo.

    Ruby alcanzó el bus y se preguntó de camino a la oficina de Servicios Sociales si debería ir o no. Pero su madre la seguiría para saber si estaba ahí o no.

    Ruby no tuvo que esperar tanto en la recepción de Servicios Sociales una vez que la llamaron para su cita. Ruby tuvo tiempo demás para tomarse otra taza de café, pero no tanto como para hojear la revista más nueva que estaba sobre la mesa, la cual tenía seis de antigüedad.

    —Hola Ruby —la saludó su asistente social, sin dejar de mirar su computador.

    Ruby se sentó en la silla que estaba al frente de su escritorio.

    —Hola, Chuck —murmuró.

    —Aquí soy el Señor Samuel, ya lo tienes claro —insistió Chuck, y miró a todos lados para asegurarse de que nadie los escuchó.

    Ruby solo sonrió. Otros niños de acogida llaman a sus asistentes sociales por su primer nombre, pero esto ponía a Chuck muy nervioso. A Ruby le gustaba un poco verlo ponerse nervioso por culpa de ella.

    —¿Por qué me llamó tu madre hoy? —preguntó, y frunció el ceño al recordatorio que estaba sobre su escritorio.

    —No apareciste anoche y no pude encontrar a ninguno de mis amigos con los que me quedo siempre así que me fui a casa —Ruby se encogió de hombros y se balanceó en la silla para mirar al techo—. Le dije que mi familia de acogida me dejaba afuera después de medianoche.

    —Podrías haber ido a uno de los refugios —indicó él.

    —Ellos también cierran sus puertas a la medianoche.

    —Si no ya encuentras a ninguno de tus amigos a las once, —dijo Chuck, formuló su enunciado con mucho cuidado— significa que ya no los vas a ver.

    —Lo sé, pero no me gustan los refugios. Son tan… asquerosos.

    —Bueno, no creo que a tu madre le importe que te quedes ahí de vez en cuando. Solo que no quiero que empiece a hacer preguntas sobre tu familia de acogida. Así que no lo hagas tan seguido —advirtió.

    —Ya ha pasado un mes de la última vez que estuve ahí.

    —Bueno —asintió Chuck con la cabeza.

    Ruby dejó caer las patas delanteras de la silla de un golpe.

    —¿Sabes algo? —comentó Ruby—. Mi hermana pequeña, Ronnie, está en un hogar de acogida ahora.

    —Lo sé.

    —¿Lo sabes? —Ruby estaba sorprendida—. ¿Por qué no me dijiste?

    —Secreto profesional. Esa información es confidencial.

    —¿Cliente? ¿Eso significa que también eres su asistente social?

    —He intentado obtener su expediente. Creo que sería más efectivo, sabiendo cuales son sus antecedentes.

    —Eso es genial, ¿eh? Teniendo a las dos, podrías lograr que nos viéramos, ¿puedes hacerlo? Si ya no está en casa ahora la puedo ver, ¿cierto? —insistió Ruby.

    —Sí, se podrían juntar. Voy a ver si puedo organizar una «reunión» para los dos. ¿Qué te parece el sábado?

    —Sí, estaría genial. No puedo creer que Ronnie esté en un hogar de acogida. Ni siquiera era la oveja negra de la familia como yo—. Ruby se rió. Liberó su cabello de la cola y pasó sus dedos a lo largo de su cabellera, y jugó con ella.

    —Bueno, todos tienen sus problemas —opinó Chuck.

    —¿Por qué se fue?

    —Es confidencial, sabes que no puedo contarte esas cosas.

    —No es que no sepa de la «situación familiar».

    —Igual no puedo hacerlo. Imagínate si están pasando cosas que no tienes idea. Ha pasado bastante tiempo desde que dejaste de vivir ahí.

    —Sí. Bueno, Ronnie me puede contar el sábado.

    —Bueno, ¿hay algo más que necesitamos tratar?

    Ruby masajeó su cuero cabelludo y luego volvió a poner su cabello en una cola.

    —Solo saber si te veré esta noche —dijo en voz baja.

    —Cállate. Lo intentaré, pero mantén tu boca cerrada, ¿está bien?

    —Lo sé —dijo Ruby con una sonrisa—. Mantenme feliz y no diré nada.

    Chuck la miró y frunció el ceño. Sacó su libro de visitas y lo observó.

    —A las nueve en punto —dijo en pocas palabras y dejó el libro a un lado.

    Ruby sonrío.

    —A las nueves entonces. Más te vale que estés ahí.

    El asintió con la cabeza. Ruby se paró.

    —Adiós, Sr. Samuel —dijo Ruby tímidamente.

    —Adiós, Ruby.

    Ruby esperó con entusiasmo su encuentro con Ronnie. Llegó temprano así no habría forma de que no se vieran. Ruby y Ronnie nunca fueron cercanas en casa. Tenían cinco años de diferencia, así que Ronnie no era más que un bebé cuando Ruby se fue al hogar de acogida por primera vez. Ahora Ronnie tenía ocho años y nunca habían tenido una conversación que durara más de un par de minutos. Pero al saber que Ronnie dejó su familia y se fue a un hogar de acogida, Ruby de repente sintió el deseo de acercarse más a su hermana. Por primera vez sintió que tenía algo en común con algún miembro de su familia.

    Parecía que hubiesen pasado muchas horas hasta que el auto de Chuck entró en el estacionamiento. Ruby se levantó y les hizo señas. Ronnie se veía diferente de lo que ella esperaba. Cuando Ruby dejó a su familia, ella era salvaje y rebelde y hacía lo posible para parecer mayor de lo que en verdad era. Pero Ronnie era la misma niña pequeña que Ruby recordaba. No se veía ni un poco mayor o más madura. Se notaba que estaba con una familia de acogida y no en casa, porque usaba pantalones y blusas de diseñador en vez de shorts hechos a mano y una camiseta sin mangas. Al contrario, la ropa la hacía ver mucho más joven, como una niña en su primer día de escuela. Su cabello castaño y grueso estaba trenzado con cuidado en dos coletas con cintas a su alrededor. Parecía una muñeca, no la hermana de Ruby.

    Ronnie dejó que la abrazaran, pero ella no le devolvió el abrazo a Ruby. Se veía incómoda. Ronnie se sentó en la banca de la mesa de picnic donde Ruby los había estado esperando. Chuck se veía dudoso, como si no sabía si unirse a ellas o volver a su auto. Ruby le hizo un gesto para que se fuera y se fue a sentarse en su auto.

    —¿Cómo es que no me dijiste que ahora estabas con una familia de acogida? —exigió Ruby.

    —No tengo tu número de teléfono precisamente —señaló Ronnie.

    —Le podrías haber dicho a tu asistente social, ellos se podrían haber contactado conmigo.

    Ronnie se encogió de hombros.

    —¿Así que ahora Chuck es tu asistente social? —preguntó Ruby.

    —¿Quién?

    —El señor Samuel —corrigió Ruby, cuando se dio cuenta de su error.

    —Eso creo, él fue el que me pasó a buscar.

    —Te va a gustar, es genial.

    —Bueno.

    —¿Y por qué te fuiste? ¿Te aburriste de Mamá y Papá metiéndose en tus asuntos?

    —Eso creo —Ronnie evitó el contacto visual.

    Ruby se sentó para acercarse.

    —¿Entonces por qué? —insistió—. Puedes decirme, no es que le vaya a contar todo a Mamá o a servicios sociales.

    Ronnie se encogió de hombros mirando el césped. Hizo un hoyo con su dedo del pie.

    —¿Ronnie?

    —Ruby…

    —¿Sí?

    —¿Te gusta tu familia de acogida?

    —Sí, me encanta —dijo Ruby bruscamente—. ¿Por qué?

    —No, quiero decir… ¿de verdad te gustan? ¿Más que Mamá y Papá?

    Ruby observó a su hermana pequeña, tratando de ver a dónde iba con esa pregunta.

    —No lo sé, son diferentes —Se estaba quedando sin palabras—. Creo que me gustan de una forma distinta.

    Ronnie se veía aliviada.

    —Sí, solo es diferente —asintió.

    —¿Son amables? Si no tienes una buena familia, Mr. Samuel puede cambiarte.

    —No, me gustan —Ronnie se quedó callada por unos minutos—. Ruby… ¿alguna vez has pensado que se sentiría ser adoptada?

    Ruby se sentó en la banca junto a Ronnie.

    —¿Adoptada, por alguien más? No.

    —¿Has estado con la misma familia desde que te fuiste de casa?

    —No.

    —¿Cuánto tiempo?

    —Mmm, un año —mintió Ruby.

    —¿Quieres que te adopten?

    —No —dijo Ruby con seguridad. Ronnie asintió con la cabeza—. ¿Por qué, están hablando sobre adoptarte?

    Ronnie volvió a asentir. Ruby comprendió. El cabello de Ronnie trenzado con cuidado y su uniforme, todo formaba parte de la familia de acogida tratando de moldearla como una hija a la cual podrían adoptar.

    —¿Solo has estado con ellos dos semanas y ya están hablando sobre adoptarte? —preguntó con incredulidad.

    —Ajá.

    —No pueden hacer eso. ¡Se supone que deben estar trabajando para el reencuentro familiar!

    —No pienso volver a casa.

    —Lo sé, y tu también, pero el sistema… ellos no lo saben. Ellos tratan de volver a unir las familias. Eso no significa nada, solo que los padres de acogida comúnmente no pueden adoptar.

    —¿Entonces no pueden?

    —Puede que sí, pero no por un buen tiempo.

    —Oh.

    —Está bien, no es como si ellos te fueran a devolver a casa. Pero nadie te va a adoptar. No por unos años.

    Ronnie se quedó en silencio por un rato.

    —¿Por qué decidiste no quedarte con Mamá y Papá? —preguntó.

    Ruby trató de recordar. Ya había pasado mucho tiempo desde entonces. Le costaba recordar las razones, las restricciones que le ponían. Recordaba ser muy infeliz, sentirse atrapada y enojada. Recordaba sentirse terriblemente sola en una casa llena de gente. Cuando sus padres habían empezado a hablar sobre sacarla de la familia, fue un gran alivio. Salir de ahí había sido un gran alivio. Las familias de acogidas en las que estuvo habían sido mejores, la mayoría le ponían menos restricciones, pero igual no obtenía lo que ella quería. Ahora ella estaba por sí sola, tomando sus propias decisiones. Cuando podía, se quedaba con Chuck. Si no podía estar con Chuck, intentaba quedarse con uno de sus otros amigos. Los hogares de acogida no eran para ella. Ella quería más libertad que esa.

    —No sé, Ronnie. Ya no aguantaba estar ahí, sentía como si me estrangulaban —explicó.

    —¿Papá? —preguntó Ronnie.

    —No, más por Mamá.

    —Mamá es amable…

    —Nunca nos llevamos bien en verdad, ella deseaba que yo nunca hubiera nacido.

    —¿Por qué? —preguntó Ronnie atónita.

    —Bueno, ella y Papá terminaron, ¿sabes?. Luego se enteró de que estaba embarazada de mi, así que volvieron a estar juntos y se casaron. Así que cada vez que se siente miserable por como resultaron las cosas, es mi culpa.

    —No lo sabía —dijo Ronnie con los ojos muy abiertos.

    —Sí. Bueno, tu no andabas exactamente por ahí para saber que estaba pasando cuando yo estaba en casa —señaló Ruby encogiéndose de hombros.

    —No creo que Mamá te odie.

    —No, solo no le gusta que esté cerca de ella —Ruby pensó en eso y sacudió su cabeza—. ¿Pero tu no te llevas bien con Papá? ¿Cómo es posible? El nunca pasaba mucho tiempo ahí cuando yo vivía en casa.

    —No lo sé. Solo… no nos llevamos muy bien.

    —Bueno, ya no te puede gritar o hacer cualquier cosa ahora. ¿Te gustan tus padres de acogida?

    —Sí, son agradables —Ronnie asintió.

    —¿Cuál es tu número de teléfono? ¿Te puedo llamar?

    Ronnie le dio su número.

    —¿Y cuál es el tuyo?

    —Oh, casi nunca estoy ahí, solo llama al Sr. Samuels y él te puede contactar conmigo.

    Chuck se había bajado del auto e iba en dirección hacia ellas.

    —¿Por qué casi nunca estás con tu familia de acogida? —preguntó Ronny, confundida.

    Ruby vaciló.

    —Hablaremos después, quizás la próxima semana. Pero si necesitas algo, me buscas, ¿está bien?

    —Bueno.

    Chuck las alcanzó.

    —¿Tuvieron una conversación grata, chicas?

    Ambas asintieron con la cabeza.

    —Ronnie, ¿por qué no te devuelves al auto? Quiero hablar con Ruby por un momento.

    Ronnie se alejó de ellos. Ruby observó como se devolvía al auto y se subía en él.

    —¿Por qué se fue de casa? —preguntó Ruby.

    —Si no te dijo, no creo que me corresponda a mi.

    —Bueno, tengo información que podría interesarte como su asistente social.

    —¿Qué?

    —Me dices por qué se fue y te cuento lo que sé —negoció Ruby.

    Chuck suspiró.

    —No juegues conmigo, Ruby. Si hay algo que deba saber sobre Ronnie, será mejor que me digas.

    Ruby lo consideró.

    —No quiere que la arranquen de la familia, así que por eso no te diré.

    —Entonces, ¿qué? —dijo, ladeó su cabeza hacia un lado y esperó.

    —Están discutiendo sobre adoptarla.

    —¿Qué?—. La voz de Chuck salió en un grito.

    Rubby asintió con la cabeza.

    —Ella quiere quedarse con ellos… pero diles que no la molesten tanto. Ella está confundida, no sabe qué pensar.

    Chuck asintió.

    —Les diré, está bien —afirmó—. ¿Estarías interesada en quedarte con la misma familia que Ronnie? No les he preguntado si te aceptarían, pero han cuidado a grupos de hermanos antes.

    Ruby sacudió su cabeza firmemente.

    —No quiero otra familia de acogida.

    —Bueno, piénsalo. Tendrías la oportunidad de pasar tiempo con un miembro de tu familia sin tener que estar con tus padres.

    Ruby se encogió incómodamente.

    —Nos quedaremos con las visitas por ahora.

    Chuck asintió.

    —Bueno. Te veo después.

    No se podían despedir con un beso, ya que Ronnie los miraba por la ventana. Chuck tocó el brazo de Ruby, le dio una pequeña sonrisa, y luego se devolvió al auto.

    Ruby se encontró con Mike en la sala de videojuegos a las últimas horas de la tarde. Aunque ella se encontraba muy madura para «estar loca» por un chico, tenía que admitir que solo el sonido de la voz de Mike le ponía la piel de gallina. Nunca había conocido a otro hombre que la hiciera sentir de esa forma.

    —Eh, es Ruby —dijo por detrás, y puso sus brazos alrededor de ella. Ruby olvidó su juego y se giró en su abrazo.

    —¡Mike!

    —Hola, amor.

    Él era apuesto, calmado y frío como el hielo. Era alto y delgado y usaba la chaqueta de los Jaguares, una pandilla del vecindario. Su cabello era negro y liso, sus ojos de un azul brillante. Tenía los pómulos afilados y prominentes. Si se encontraba con uno de los chicos de la pandilla, él no le prestaba atención, pero en los escasos días que se encontraba solo, la trataba como si ella fuera la única persona en el mundo.

    —¿Buscas un poco de compañía? —preguntó Ruby, abrazándolo más fuerte.

    —¿Estás libre?

    —Sí, siempre.

    —Volvamos a mi casa.

    Ruby asintió con ganas y se fue con él. Mike tomó un par de porros cuando se fueron de la sala de videojuegos.

    —¿Fumas?

    —Sí, gracias.

    Ella tomó el porro y él se lo prendió. El corazón de Ruby latía rápido y se preguntaba si Mike notaba que estaba respirando fuerte. Él encendió el televisor apenas entraron al departamento. Ruby sacó un par de cervezas del refrigerador para los dos y se acurrucaron en el sillón.

    Chuck se estacionó en frente del bar. Una de las mujeres se acercó al auto.

    —Oh, hola. ¿Estás buscando a Ruby? —preguntó.

    —¿Dónde está? —exigió él.

    —No la he visto esta noche. ¿Alguien ha visto Ruby? —miró a su alrededor hacia las otras prostitutas. Todas se encogieron de hombros o sacudieron la cabeza. Chuck consultó su reloj y miró con impaciencia hacia la calle.

    —¿Dónde está? No puedo estar acá sentado esperándola.

    —A lo mejor tenía otros planes esta noche —sugirió ella.

    —¿Cómo cuáles? —respondió Chuck malhumorado. Volvió a mirar su reloj y echó a partir el auto.

    Monique sonrió al disfrutar ver a Chuck frustrado y decepcionado en vez de Ruby para variar.

    —Bien por ti, Ruby —dijo en voz baja—. Tienes que mostrarle quien manda en la relación.

    Ruby se dio vuelta de nuevo y se acurrucó más cerca de Mike. Ella tenía frío y estaba a punto de ponerse tiritar. Tenían que haber tenido problemas con la calefacción del edificio. Mike no pareció notar la temperatura. Ruby trató de meter sus pies bajo las piernas de él para calentarlos, pero el se movió y se alejó mientras dormía. Ruby se acurrucó sola. Hubo un ruido en el vestíbulo, afuera del departamento y agudizó sus oídos para tratar de oír qué era. Había voces pero era muy tarde para que alguien estuviera afuera. Ruby se sentó. Parecía que las voces estaban justo afuera de la puerta del departamento.

    Hubo un ruido fuerte. Ruby saltó y Mike también, quien se encontraba al lado de ella.

    —¿Qué fue eso? —siseó, y se sentó a buscar algo a tientas en el velador y botó cosas al piso. Había una luz cegadora en los ojos de Ruby, ella no los podía abrir. Se cubrió los ojos con su mano.

    —¡Arriba las manos, Mikey! —gritó una voz ronca. Ruby trató de ver entre sus dedos para ver qué estaba pasando. Todo lo que podía ver era una luz apuntando a sus ojos. Trato de hacer sombra con su mano y se giró para ver a Mike. Él estaba paralizado, con una mano en su velador tratando de coger su pistola que posiblemente la había tirado al piso. Estaba blanco como las sábanas de su cama, sus ojos como loco.

    —Mikey, Mikey… ¿No me escuchaste? ¡Dije que levantaras tus manos! —gritó la voz.

    Mike levantó sus manos lentamente. La luz se dividió en dos y una de ellas se movió hacia ellos. Mike empezó a bajar sus manos.

    —Déjalas quietas —ordenó la voz. Él se acercó a la parte donde se encontraba Ruby. Ruby se encogió para tratar de evitarlo. Apenas podía ver su perfil, su sombra, detrás de la luz. Él la alcanzó. Ruby trató de evitar su apretón, pero él apretó sus dedos alrededor de su largo y rubio cabello, y la tiró hacia él. Ruby se dobló del dolor y no se pudo resistir más.

    —¿Esta es tu noviecita? Es muy bonita.

    —Déjala en paz —dijo Mike con voz temblorosa.

    La manó en su cabello apretó de nuevo y más fuerte. Ruby ahogó un grito. La luz que sostenía el hombre se apagó. Luego había una pistola presionada contra su sien. Ruby mantuvo su aliento y trató de no parpadear, con la esperanza de no ponerse a llorar.

    —¿Te gustaría que la matáramos, Mikey? —bromeó la voz—. ¿Qué te parecería eso?

    Mike maldijo en voz baja.

    —Por favor…

    La mano soltó su cabello. El hombre se sentó en la orilla de la cama y pasó su mano provocadoramente por la delicada piel del cuello y hombro de Ruby

    —Mmm, podría pasarme un buen tiempo acá.

    Mike maldijo con rabia y se lanzó sobre él. Hubo una explosión. Ruby gritó y cerró sus ojos. Sus oídos zumbaban y su cara ardía. Cuando abrió sus ojos otra vez, la luz ya no alumbra en dirección a sus ojos, pero estaba enfocada sobre la cama. Mike estaba tumbado sobre ella, quieto. Había sangre salpicada por todos lados.

    —¿Está muerto? —preguntó una voz diferente.

    El hombre que estaba cerca de Ruby se inclinó sobre ella para ver si Mike tenía pulso.

    —Sip —se sentó y tocó a Ruby por instante. —¿Qué opinas de eso, amorcito?

    —Qué desperdicio —dijo la otra voz. —Bueno, mejor nos largamos antes de que aparezcan los policías. ¿Qué vas a hacer con ella?

    —Mmm, no hay tiempo para lo que me gustaría hacerle. ¿Vas a mantener tu boca cerrada, dulzura? Porque si no, lo arreglamos ahora mismo.

    Ruby trató de responder. Tenía un nudo en la garganta y no podía hablar. Asintió un poco y se cubrió los ojos.

    —Bien, porque si hablas te voy a encontrar.

    Se agachó y recogió su mochila.

    —¿Esto es tuyo?

    —Ruby pudo verlo a través de sus dedos. Volvió a asentir. El abrió el bolsillo delantero y encontró su billetera. La inspeccionó y asintió, tirando su contenido en el piso.

    —Te buscaré —prometió y él y su amigo salieron de la habitación. Ruby se acurrucó y se mantuvo cerca de Mike.

    Holt fue el primero en llegar a la escena. Intercambiaron unas breves palabras con los vecinos que llamaron para reportar. Luego entraron al departamento con sus pistolas en alto y gritaron una advertencia. Holt buscó un interruptor y prendió las luces mientras avanzaban. La habitación era un desastre. Había sangre por todos lados. Después de despejar el departamento, Holt enfundó su pistola y se inclinó para examinar la pareja sobre la cama y asegurarse de que estaban muertos. El chico estaba sin vida. La chica, sin embargo, se echó hacia atrás cuando le tocó la garganta para tomar su pulso.

    —Llama a una ambulancia —le dijo Holt a Jarislow.

    Jarislow asintió y salió del cuarto para hacer la llamada. Holt trató de separar a la pareja y examinar a la chica. Ella pegaba saltos cada vez que sus dedos tocaban su piel. Finalmente pudo separarlos.

    —Está bien —dijo, en voz baja a la chica. —No pasa nada, todo está bien, ya estás a salvo. ¿Estás herida?

    La chica sacudió su cabeza y sus manos cubrían su cara. Estaba salpicada y manchada de sangre. Era muy joven.

    —¿Puedes decirme que pasó? —preguntó Holt. Ella negó con la cabeza. Holt sacó con delicadeza las manos de su cara. Tenía una grave herida en su frente causada por una bala. El tomó su pulso radial y estaba elevado. Sus ojos estaban muy abiertos y fijos.

    —¿Estás bien? —preguntó. Ella no podía responder. Holt giró su cabeza para hablar con Jarislow.

    —Tráeme un paño húmedo.

    Jarislow asintió y se metió al baño. Después de un momento salió con una toalla y se la pasó a Holt, quien limpió con cuidado las manchas rojas y negras de su cabeza. Ella pareció no sentirlo.

    —Solo son quemaduras de pólvora —apuntó Jarislow mientras los observaba.

    —Sí —asintió Holt con alivio. Miró alrededor del cuarto y estudió la escena. —Solo se reportó un disparo… el tirador tiene que haber estado parado aquí, y una sola bala alcanzó a los dos.

    —Ella tuvo suerte.

    —Sí. ¿Homicidios viene en camino?

    —Alguien llegará en cualquier minuto.

    —Ve si puedes encontrar una manta, un abrigo o algo.

    Holt recogió la ropa de la chica del piso.

    —Vamos a vestirte, ¿qué te parece? Así entras un poco en calor.

    Ella tenía escalofríos y estaba temblando. Con toda la ropa puesta que tenía y una chaqueta, Holt encontraba la habitación fría. Los movimientos de la chica eran lentos y torpes, pero Holt guió sus manos hacía su camiseta y la ayudó a ponerse sus shorts de mezclilla. Jarislow entró con una chaqueta negra.

    —Esto es todo lo que encontré. Los clósets están casi vacíos.

    Holt tomó la chaqueta y la giró para darle un vistazo al logo en la parte trasera.

    —Nuestra victima es un Jaguar. Las cosas han estado muy tensas con los Jaguares y las otras pandillas últimamente. Holt trató de levantar a la chica. Sus rodillas se doblaban. Holt puso su brazo alrededor de ella y trató de mantenerla en pie. Jarislow se acercó a la cama.

    —¿Quién es él? —preguntó—. Conozco a muchos de los Jaguares solo de vista. Giró al chico y sintió nauseas, se cubrió la boca y se alejó rápidamente. Holt lo observó fríamente. No había visto al chico antes, excepto cuando se aseguró de que estaba muerto. Le habían volado la cara con una bala de plomo. No había forma de que alguien lo reconociera ahora. La chica se quejó, languideciendo y Holt la llevó al baño. La sostuvo contra el lavamanos y le tiró agua en la cara para mantenerla consciente.

    —Vamos, quédate conmigo, aquí. Nada de eso.

    Ella se estremeció y empezó a volver a sí misma. Holt escuchó a los detectives de homicidios entrar a la habitación. El soltó lentamente a la chica.

    —¿Estás bien? ¿Te puedes parar por un minuto?

    Se quedó quieta y él

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