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La morada de la bestia
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Ebook75 pages51 minutes

La morada de la bestia

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About this ebook

¿Qué hay en la mente del monstruo? En esta obra contemplamos la realidad desde su perspectiva. La morada de la bestia es la búsqueda del bien supremo desde una perspectiva torcida y enferma y una incapacidad de interpretar la realidad que conduce al protagonista a la locura y a la desesperación.

LanguageEnglish
PublisherEllorian
Release dateJun 18, 2024
ISBN9798227632500
La morada de la bestia

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    La morada de la bestia - Ellorian

    La morada de la bestia

    Ellorian

    Copyright © 2023 Ellorian

    Registro de Propiedad Intelectual de Safe Creative : 2309255408110

    ---

    Contents

    Title Page

    Copyright

    Dedication

    1 Ramón Arterio

    2 Solo tú puedes salvar el mundo

    3 La bruja

    4 Salva al mundo

    5 Hora de asar el cerdo

    About The Author

    Apofis La hora final

    Books By This Author

    1 Ramón Arterio

    Teruel. 30 días antes del hum. 20:05h

    «L as consecuencias de continuar apoyando a Ucrania en este conflicto serán devastadoras e inimaginables, advierte Putin. Muchos expertos afirman que Rusia no puede perder la guerra, que hacerlo podría suponer la desmembración de este enorme país, que una guerra civil en Rusia podría suponer el fin de la humanidad. Imagínense dos bandos enfrentados con el mayor arsenal nuclear del planeta en su poder…

    Una imagen de Vladimir Putin congelada en la televisión mostraba una faz terrible y siniestra, de absoluta decisión, como desafiando a todos los telespectadores, mientras la voz alarmada de la periodista parecía tratar de arrancar expresiones de horror a través de un sensacionalismo barato. ¿O quizá aquella alarma tenía sentido?

    En el bar había oído que todo eso estaba arreglado. Un viejo militar se reía de la guerra y decía que los países más poderosos habían decidido probar su nuevo armamento sobre un escenario real, que no había de qué preocuparse, que todo no era más que unas maniobras de lo que él denominaba el juego.

    Y así lo creía Ramón Arterio, que en posesión de una verdad que nadie más conocía, se sentía aventajado, miembro de un club elitista al que pertenecían él, David Sánchez, el soldado, y algunos privilegiados más del bar al que su madre solía enviar cuando se le había acabado su botella de Blanc pescador, el mejor vino del mundo, según ella.

    Ramón era prácticamente un gigante cuya envergadura solía intimidar a la gente cuando le daban las calenturas y perdía el control de sus nervios. Con sus 2,05 metros y sus más de 150 kilos de peso parecía una mole capaz de arrasar con todo.

    Juggernaut, le llamaba su amigo David. Él no sabía qué era un Juggernaut, pero le gustaba el tono en el que lo decía alguien tan entendido en la guerra.

    Ahora, escuchando a la tontita esa que hablaba por la tele, Ramón reía a carcajadas, hundido en su sillón favorito, entre las tinieblas de un comedor completamente oscuro, iluminado tan solo por el tenue brillo de su televisor con el rostro de Putin.

    –¿De qué te ríes, imbécil? –dijo irritada su madre, aplastada a su vez en otro sillón a escasos centímetros del suyo.

    Imbécil era como le llamaba ella. Sobre todo cuando se enfadaba. Ramón debía tener mucho cuidado de no enfadarla porque la salud de ella era muy endeble y como siempre decía: otro disgusto más me llevará a la tumba y tú te quedarás solo. Tras lo cual él solía implorar de rodillas que se tranquilizara para que su salud mejorara y así no quedarse solo.

    –¡Ese hombre está loco! –siguió ella, vuelta hacia su hijo, con una expresión torcida y delirante– nos va a matar a todos, ¿entiendes, imbécil? Todos vamos a morir. Ese está loco como tú, ¿y sabes dónde van los locos cuando mueren? ¡Al infierno!, ¿entiendes?, ¡pronto estarás en el infierno con él!, así que ¿de qué te ríes?

    –¡Loco!, ¡loco! –gritaba ahora Ramón a la tele, incorporándose y gesticulando violentamente, como si se dispusiera a matar a Putin con sus propias manos.

    –¡Maldito idiota! –sentenció la madre mirándole con desaprobación, mientras este intensificaba sus aspavientos y el volumen de sus gritos para agradarla, para hacerle saber que él también estaba en contra de Putin, aunque en el fondo supiera que no había de qué preocuparse, pues en realidad todo aquello de la guerra estaba arreglado.

    Su madre, Mari Carmen, se incorporó como un resorte y lanzó su zapatilla contra la televisión, que se apagó en el acto.

    –Cerdo –dijo mirando a su hijo con el más vivo desprecio mientras este, confundido se volvía para hallar una mirada extraviada que anunciaba el grado más alto de enfado de ella.

    El tiempo transcurrió segundo a segundo, una eternidad tras otra. Ambos se miraban, Ramón tratando de adivinar qué debía hacer, extraviado en la mirada de confusión de ella.

    «Elmundoseacaba»

    ¿Lo había dicho ella?, ¿lo había dicho la tele?, ¿lo había dicho quizá él? Sin embargo la expresión de ella no había variado un ápice.

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